Acabo de ir este fin de semana... altamente recomendable para hacer un análisis de la realidad... algunos dirán, ¿para qué ver en el cine lo que veo en la calle... en la TV...? Simplemente es un retrato de lo que sucede...

En la película de Luis Estrada, la vida no vale nada. Bueno, sí tiene precio, éste puede oscilar desde 5 mil pesos hasta 50 mil dólares y un kilo de cocaína como propina. “El infierno es aquí merito”, le dice el “Cochiloco” a Benny (Damián Alcázar), quien acaba de llegar a San Miguel después de 20 años de haber estado preso en Estados Unidos. “Acuérdese que estamos en guerra”, le comenta una vecina a los pies del cadáver. “¿En guerra? Oh, muy God!”, responde Benjamín García, cuya obsesión comienza desde que regresa a su pueblo, vengar la muerte de su hermano llamado “El Diablo”. En efecto, el pueblo de San Miguel es un verdadero infierno. Allí en plena calle ruedan cabezas recién cortaditas, orejas, dedos, lenguas y hasta testículos. “Este país se ha convertido en una guerra civil. Todos contra todos. Nos cayó la malicia. Te matan por cualquier cosa”, comenta desolado el padrino del Benny, el único que le advierte constantemente que no vaya a terminar como su hermano, es decir en un narcotraficante, asesino y por añadidura, padrote. “I cross my heart”, dice en inglés su ahijado, a sabiendas de que no le quedará de otra más que seguir los pasos del Diablo. A llegar Benny a su pueblo, nunca se imaginó que necesitaría dinero urgentemente para sacar de la cárcel a su sobrino, el hijo del Diablo asesinado por uno de los narcos. Le urge.

Es el “Cochiloco”, un narcotraficante que trabaja para el Patrón, le da un fajote de dólares, al mismo tiempo que le sugiere ir a ver a don José Reyes. Mientras lo esperan en su inmenso rancho ganadero, Benny mira los muros y descubre fotos del mismo “Patrón” acompañado de los Fox, del Papa, de Salinas y de Miguel de la Madrid. “Ten cuidado García, este negocio (el del narco) tiene mucha lana pero también muchas tentaciones”, le advierte don José. Pero a él ya no le importa porque para esos momentos, lo único que quiere es ganar harta lana para sacar a Lupe Solís, su cuñada y ahora su nuevo amor de la prostitución y a su sobrino de ese infierno. En la película de Estrada, todos reciben sobornos: comandantes, policías, presidentes municipales, agentes federales y sacerdotes; todos se traicionan: hermanos, sobrinos, amantes y los matones de los diferentes cárteles; todos se matan entre sí, todos desconfían de todos y a todos termina por cargárselos la chingada. Nadie tiene el menor escrúpulo, en San Miguel todo se vale, la única autoridad es la de los narcotraficantes y la del dinero ganado con toda facilidad. Don José le corta las manos con una sierra a su traidor, “la Cucaracha”, también le corta el labio superior con todo y bigote.
Mientras tanto el supuesto jefe de la policía, el capitán Ramírez (Giménez Cacho), quien está coludido con el Patrón, quiere que Benny suelte la sopa para saber quién mató a JR, con la promesa de protegerlo después: “Ahora el presidente quiere convertir a este país, en país de soplones”, le dice señalándole la fotografía de Felipe Calderón. “Más vale un soplón de quinta que un cadáver de primera”, le recuerda sarcásticamente a Benny cuya cabeza está metida en una bolsa de plástico. ¡Cuánta corrupción e impunidad existe en cada milímetro de la cinta de Luis Estrada, en la cual, a pesar de que es larga, no se siente el tiempo pasar. Todo lo que sucede en este filme que se estrenará el 3 de septiembre, a nivel nacional, con 300 copias, nos recuerda nuestra triste realidad. No hay duda, el guión de Jaime Samprieto y Estrada es un espejo fiel del México del Bicentenario.

El reparto es espléndido: Joaquín Cosío, Daniel Giménez Cacho, Mariano Palacios, Jorge Zárate, María Rojo, Ernesto Gómez Cruz, entre otros. La actuación de cada uno de ellos es maravillosa. El ritmo y la edición son magníficas. En otras palabras, la película de Estrada es ¡buenísima! Resulta tan real, como lo fue en su momento Los Olvidados de Buñuel o Nosotros los pobres de Ismael Rodríguez. Ésas también representaban a México. En esta película vemos pasar las escenas como si en esos momentos estuviéramos presenciando cualquier noticiario de la tele. Todo nos es tan familiar, incluyendo los momentos más insólitos, como cuando Benny lleva a bautizar a su pistola. Vemos el mausoleo de El Diablo, cuyo corrido grabado sale automáticamente entre las piedras; vemos a la mujer del Patrón (María Rojo) llorar sobre el féretro de su hijo JR y gritar con todo su dolor: “¡Venganza, Señor!”. Todos en el pueblo quieren vengar a sus muertos asesinados por los diferentes cárteles. Por último vemos la fiesta del Bicentenario de San Miguel justo la Noche del Grito. Hay fuegos artificiales, multitudes ondeando la bandera mexicana.
De pronto en el podium aparece don José, el Patrón, convertido en el presidente municipal. Vienen los discursos donde se le agradece la escuela de los Héroes del Bicentenario. Mientras los alumnos entonan el Himno Nacional, de pronto, entre la muchedumbre aparece Benny y... Aunque se sientan medio deprimidones por lo que estamos viviendo actualmente en el país, por favor, no dejen de ver la película de Estrada. Verla resulta mucho más barato que ir al siquiatra.
Esperamos de todo corazón que Luis Estrada no vaya a sufrir la mínima censura, tal como sucedió con su película La ley de Herodes. De lo contrario, tendríamos la impresión de no poder salvarnos nunca de un infierno peor que el de Dante...(El Mundo, Tehuacán)