30 de octubre de 2011

La verdad sobre la autoayuda

¿Existen las varitas mágicas para dar un giro a nuestra vida? ¿Hay técnicas para lograr remedios o son una tomadura de pelo? Porque, al final, solo nosotros podemos aportar nuestras soluciones.
Aunque la mayoría de las personas no van hacia ninguna parte, es un milagro encontrarse con una que reconozca estar perdida". Estas palabras del filósofo José Ortega y Gasset (1883-1955) siguen vigentes en la actualidad. La gran mayoría de nosotros nos limitamos a sobrevivir. Trabajamos. Consumimos. Y tratamos de divertirnos todo lo que podemos. Pero en general no sabemos para qué vivimos. De ahí que muchos vaguemos por la vida como "boyas a la deriva".

"El triunfo de la autoayuda tiene mucho que ver con la pérdida progresiva de credibilidad de las instituciones religiosas"
"Es imprescindible que no nos creamos nada de lo que nos digan, incluyendo, por supuesto, la información que aparece en este artículo"

Y no es para menos. Desde que nacemos, la sociedad nos condiciona para convertirnos en empleados y consumidores, de manera que perpetuemos el funcionamiento económico del sistema. Tanto es así, que hemos sido adoctrinados para buscar nuestro bienestar fuera de nosotros mismos. Prueba de ello es que confundimos la verdadera felicidad con sucedáneos como el placer, la satisfacción o la euforia temporal que nos proporcionan el consumo de bienes materiales, los triunfos profesionales o el entretenimiento. Y debido a nuestra falta de autoestima y de confianza en nosotros mismos, a menudo construimos un estilo de vida de segunda mano, prefabricado.

Frente a este escenario socioeconómico, la crisis existencial es casi inevitable. En esencia, consiste en reconocer que nuestra forma de pensar y de comprender la vida es limitada y errónea. Y en consecuencia, iniciar un proceso de cambio y evolución personal, buscando una nueva manera de relacionarnos con nosotros mismos y con nuestras circunstancias. Así es como aprendemos a seguir los dictados de nuestra conciencia y de nuestra intuición, desarrollando nuevas competencias emocionales que nos permitan obtener resultados de mayor satisfacción.

EL NEGOCIO DE LA AUTOAYUDA – "No hay mayor negocio que vender a gente desesperada un producto que asegura eliminar la desesperación" (Aldous Huxley)

A lo largo de la última década se ha multiplicado exponencialmente el número de personas interesadas en conocerse mejor y potenciar su inteligencia emocional. Y como consecuencia directa ha emergido con fuerza un nuevo sector profesional: el de la autoayuda. Debido al malestar generalizado, no solo se ha puesto de moda, sino que se ha consolidado como un negocio muy lucrativo. Cada vez hay más espacios en los medios de comunicación -como este que está leyendo- orientados a dar cobertura a estas nuevas necesidades y motivaciones emergentes. Y en las librerías comerciales, esta sección ya ocupa una parte significativa. De hecho, están aflorando "expertos" en el tema por todas partes. Hoy en día, todo el mundo conoce lo que es el coaching, aunque muy pocos saben exactamente para qué sirve.

Pero, ¿qué es la autoayuda? ¿Por qué suele tener una connotación tan negativa? En primer lugar, cabe señalar que la autoayuda es el concepto que se utiliza para etiquetar cualquier iniciativa psicológica, espiritual o esotérica alternativa a la terapia convencional y a la religión tradicional. Y eso, en sí mismo, ya es motivo para ganarse unos cuantos enemigos. Sobre todo porque puede robar parte de la clientela. Popularmente se suele ridiculizar por considerarse una "pseudociencia" llena de "charlatanes" y "vendedores de humo", sin títulos oficiales que acrediten su competencia y profesionalidad.

Más allá de la opinión que tengamos al respecto, la autoayuda es un movimiento psicológico cargado de buenas intenciones. Sin embargo, alberga una contradicción en sí misma. 'Autoayuda' quiere decir 'ayudarse a uno mismo'. Si bien los demás pueden escucharnos, apoyarnos y compartir con nosotros lo que han aprendido de sí mismos, nadie más puede resolver nuestros problemas y conflictos existenciales. Cada uno de nosotros está llamado a recorrer su propio camino.

NI DOGMAS NI GURÚS – "Ten mucho cuidado de aquellos que te vendan sus propias creencias, pues están obstaculizando tu propio descubrimiento de la vida" (Anthony de Mello)

Cuentan que un sabio explicaba siempre una parábola al finalizar cada clase, pero los alumnos no siempre la entendían. "Maestro", le dijo uno de ellos una tarde. "Tú nos cuentas los cuentos, pero no nos explicas su significado". "Pido perdón por eso", se disculpó el maestro. "Permíteme que para enmendar mi error te invite a comer un rico melocotón". "Gracias maestro", respondió el alumno. "Quisiera, para agasajarte, pelarte el melocotón yo mismo. ¿Me permites?" "Sí. ¡Muchas gracias!". "¿Te gustaría que, ya que tengo en mi mano el cuchillo, te lo corte en trozos para que te sea más cómodo?", le preguntó seguidamente el sabio. "Me encantaría, pero no quisiera abusar de tu hospitalidad, maestro". "No es un abuso si yo te lo ofrezco. Solo deseo complacerte. Permíteme también que te lo mastique antes de dártelo". Y el alumno, con cara de asco, gritó nervioso: "¡No, maestro! ¡No me gustaría que hicieras eso!". El sabio hizo una pausa y concluyó: "Si yo os explicara el sentido de cada cuento, sería como daros de comer una fruta masticada".

Desde un punto de vista emocional, nadie puede ayudarnos. Como mucho, los demás pueden acompañarnos en nuestro proceso. Pensar lo contrario es un acto de soberbia y de superioridad. Las personas que creen que ayudan suelen posicionarse por encima de los que reciben dicha ayuda. En cambio, las personas que ejercen temporalmente el rol de acompañantes procuran mantenerse al mismo nivel, posibilitando que el aprendizaje sea recíproco. En vez de dar consejos y recetas sobre la manera en la que otros deberían vivir sus vidas, es mucho más útil y eficiente hacer preguntas y compartir reflexiones que nos permitan crecer en comprensión.

VICTIMISMO Y PATERNALISMO – "La mayoría de personas que ansían la libertad no quieren renunciar a sus cadenas" (Khalil Gibran)

El triunfo de la autoayuda tiene mucho que ver con la pérdida progresiva de credibilidad que están padeciendo las instituciones religiosas. De hecho, algunos sociólogos afirman que la autoayuda está en camino de convertirse en la gran religión del siglo XXI. Lo cierto es que ambas comparten una serie de paralelismos, entre los que destaca el paternalismo. Esta similitud pone de manifiesto el victimismo imperante en nuestra sociedad. En general, queremos que alguien o algo resuelvan nuestros problemas y conflictos. Por eso solemos aferrarnos a personas o instituciones que nos ofrezcan consuelo y nos garanticen seguridad.

De entre las personas que buscan asesoramiento para mejorar cualquier ámbito de su vida -ya sea a través de libros, cursos o consultas privadas-, muchos buscan un parche con el que aliviar su malestar a corto plazo. Fruto de la desesperación, anhelan dar con una fórmula mágica que erradique definitivamente su sufrimiento. Muy pocos estamos dispuestos a cuestionarnos a nosotros mismos, asumiendo que somos cocreadores y corresponsables no solo de nuestro estado de ánimo, sino también de nuestras circunstancias actuales. Tanto es así, que en la jerga del crecimiento personal empieza a hablarse acerca de los "cursillistas". Es decir, individuos que empalman un curso tras otro, del mismo modo que devoran decenas de libros de autoayuda sin apenas dedicar tiempo para digerir, procesar y -lo más importante- poner en práctica dicha información.

Si verdaderamente estamos motivados para cultivar el arte de la felicidad, la acumulación de conocimiento puede llegar a ser un obstáculo. Más que eruditos, lo esencial es que aprendamos a ser sabios. Y la sabiduría podría definirse como la capacidad de obtener resultados de satisfacción de forma voluntaria, lo cual es una cuestión de compromiso y entrenamiento. Y es que sabe más acerca del perdón quien ha perdonado una vez a alguien, que quien ha leído libros y hecho cursos sobre "aprender a perdonar" y todavía no ha perdonado. Dado que hay tantas herramientas y tantos profesionales en el mercado, es necesario que desarrollemos nuestro propio criterio. A la hora de escoger un referente, es más importante la energía que nos transmite su presencia que los títulos que cuelgan de la pared de su despacho.

Aunque se suelan meter en el saco de la autoayuda, existen muchas corrientes de pensamiento que promueven una verdadera curación a medio plazo. El denominador común de todas ellas es el autoconocimiento, un proceso que nos permite descubrir cómo funcionamos y qué necesitamos para ser felices. De hecho, la comprensión y sabiduría ya se encuentran en nuestro interior. Tan solo hemos de eliminar las capas de condicionamiento que nos separan de ellas. Eso sí, el primer paso suele ser el más difícil, pues consiste en vencer el miedo a conocernos.

CUESTIÓN DE HUMILDAD – "No puedo enseñaros nada, solamente puedo ayudaros a buscar el conocimiento dentro de vosotros mismos, lo cual es mucho mejor que traspasaros mi poca sabiduría" (Sócrates)

Lo mejor que podemos hacer quienes nos dedicamos profesionalmente al crecimiento personal es actuar como espejos donde los demás puedan verse reflejados. Lo importante es el mensaje, no el mensajero. De ahí que parte de nuestro aprendizaje consista en preservar la humildad. Para lograrlo hemos de estar comprometidos con nuestro propio autoconocimiento, trascendiendo la necesidad emocional de "ser alguien" (relacionada con el ego) y la necesidad económica de "conseguir algo", vinculada con la ambición y la codicia. Así es como podemos disfrutar de nuestra profesión con una auténtica vocación de servicio.

La autocrítica no solo es signo de madurez, sino que es la base sobre la cual construir una sana y honesta ética profesional. Y esta es especialmente necesaria en un ámbito tan delicado como es el de la autoayuda. Lo que está en juego es nuestra capacidad para inspirarnos los unos a los otros para aprender a disfrutar más plenamente de este milagro que llamamos "vida".

No te creas nada, experiméntalo
Hablar acerca de la felicidad y del sentido de la vida suele encender nuestras alarmas y ponernos a la defensiva. Y no es para menos. Hay tantos caminos para encontrar lo que estamos buscando como seres humanos existen en el planeta. Pero, dado que todos compartimos una misma naturaleza humana, existen ciertas claves que pueden facilitarnos dicha senda. Eso sí, en relación con este proceso de aprendizaje es imprescindible que no nos creamos nada de los que nos digan, incluyendo, por supuesto, la información contenida en este artículo. Ya nos han vendido demasiadas creencias acerca de quiénes somos y de cómo hemos de vivir nuestra vida. De ahí que sea fundamental que recibamos con escepticismo y pensamiento crítico cualquier reflexión de este tipo. De lo que se trata es de verificar la información a través de nuestra propia experiencia.

Aprender a cuestionarnos

LIBRO
-'La libertad primera y última', de Jiddu Krishnamurti (Kairós). Este ensayo sostiene que los cambios que se producen en la realidad externa son siempre una consecuencia de nuestra transformación interna. De ahí que no tenga sentido luchar y entrar en conflicto contra el mundo, pues este no es más que una proyección de cómo pensamos y nos comportamos la mayoría de nosotros.

2. PELÍCULA
-'El club de los poetas muertos', de Peter Weir. Protagonizada por Robin Williams, esta película muestra lo obsoleta e ineficiente que se ha vuelto la educación convencional, a la vez que nos inspira a pensar por nosotros mismos y atrevernos a seguir nuestro propio camino en la vida.

3. CANCIÓN
-'Free little birds', de Bob Marley. Esta canción está basada en el proverbio chino: "Si tiene solución, para qué preocuparse; y si no la tiene, para qué preocuparse". Eso sí, por más que nos reconforte escucharlo, el reto consiste en ponerlo en práctica.

BORJA VILASECA 16/10/2011

23 de octubre de 2011

Aprender a ser flexible

¿Por qué hay personas tan obedientes consigo mismas?
¿Por qué se autoimponen deberes y obligaciones inquebrantables?
¿Por qué no son capaces de romper con ello en según qué casos?
Saber hacerlo nos hará más felices
Mi amiga Angelines empieza el día ya cansada. Nada más sonar el despertador, su cabeza repasa todas y cada una de las obligaciones del día: horarios que cumplir, tareas profesionales y domésticas, viajes de los hijos de aquí para allá, encargos que le pidieron su marido y su madre, las llamadas de rigor a algunos familiares y las felicitaciones de cumpleaños de sus amigos (no ha fallado ni una vez en 25 años)... Su vida se convierte cada día en una prueba de obstáculos a superar. Al acostarse, resopla un poco como el que por fin llega a la meta, aunque le invade la duda de si lo hizo todo bien. Quisiera ser de otra manera, pero su mente rígida no lo permite.
"A muchas personas les cuestan horrores los cambios, no les gustan las sorpresas y prefieren una vida ordenada y repetitiva"

Muchas personas como Angelines han crecido con un sentido obediente de la existencia. Al contrario de los rebeldes, con o sin causa, han aprendido a acarrear con las expectativas de los demás que tan buenos dividendos afectivos les dieron en la infancia. Ahora, de mayores, un ejército de hombres y mujeres no saben cómo salir de esa condenada visión de la existencia en la que no pueden, o no se atreven, a transgredir sus propias obligaciones. Nacidas en el crisol de una cultura judeocristiana, muy dada a la exhortación del sacrificio, se convierten en cumplidoras y, para colmo, perfeccionistas. Nada les sabe tan mal como defraudar a los demás, tenerles que decir que no pueden, desobedecer a la autoridad, equivocarse en un examen o ser pilladas en un renuncio cuando son el ejemplo perfecto de la virtud y el control.
ESFUERZO Y OBEDIENCIA – Haz lo que dices y no digas lo que haces (Giovanni Boccaccio)
Convertirse en un buen niño o una niña buena tiene su precio al cabo del tiempo. Sin apenas darse cuenta, esas personas que demostraron en su infancia disponer de una impecable capacidad de adaptarse a todo se encuentran atrapadas en una curiosa paradoja: convierten la virtud en defecto, es decir, su mayor esfuerzo diario consiste en seguir obedeciendo a las expectativas de los demás, a las normas sociales, a las obligaciones que ellas mismas se imponen, aunque no haga falta alguna. Siguen adaptándose, solo que ahora el verbo ha cambiado. Ahora "acarrean" con todo. ¡Menudo esfuerzo!
Donde más acarrean los sufridos "buenistas" es ante los deseos, expectativas y normas de aquellos con los que se encuentran vinculados afectivamente. Por un supuesto amor a la pareja, a los hijos o a los amigos, asumen todos los esfuerzos que a los otros les cuestan o, en según qué casos, no les apetecen. Ese mal entendido amor carga con las pesadeces de los demás por mucho que se quejen de ello. Sienten que su destino no es otro que hacerse cargo del sufrimiento ajeno, aunque en el fondo presienten que es el mismo diablo el que les toma el pelo.
Encerradas en el círculo del deber autoimpuesto, se hacen cargo de sus propios lamentos porque, según dicen, "lo que ellas no hagan no lo harán los demás". Me temo que también piensan que "nadie lo hará como ellas". Esa creencia, precisamente, es la que sostiene una falsa manera de entender las relaciones. De los actos generosos y altruistas en los que no se espera nada a cambio, esas personas lo viven al revés: porque se esfuerzan en ser generosas y abnegadas, esperan ser amadas. Demasiadas expectativas, demasiados sobreesfuerzos para acabar, al final, agotadas e infelices. ¡Malditos hombres buenos! Que diría Nietzsche.
UNA MORAL INFLEXIBLE – La palabra es libre; la acción, muda; la obediencia, ciega (Schiller)
Muchas personas no se permiten ser flexibles con ellas mismas, en cambio lo son mucho más con los demás, aunque les pese. Es decir, les consienten lo que no se permiten a sí mismas, lo que revierte en su propia incapacidad de poner límites. Suelen ser hiperresponsables, obedientes a las órdenes jerárquicas, disciplinadas y de una moral inflexible. Aunque aceptan que cada uno haga lo que quiera hacer, ellas no se lo permiten, no pueden ser "malas" con los demás y, para colmo, se culpan de ello. Si un día se pasan un pelín de la raya, se avergüenzan tanto que la autoinculpación los corroe por dentro.
Muchas personas "obedientes" suelen sufrir de "rigidez mental", es decir, les cuestan horrores los cambios, no les gustan demasiado las sorpresas y prefieren una vida ordenada e incluso repetitiva, antes que verse envueltas en la peligrosa ruleta del azar. Cada vez que llamo a mi amiga Angelines para quedar con ella, a sabiendas de que le encanta encontrarse conmigo, es incapaz de renunciar a sus programaciones previstas. La pobre se pasa la llamada recitándome la agenda de actividades que tiene previstas o las limpiezas que todavía le quedan por hacer en la casa. No se da cuenta de que la mayoría de tareas son autoimpuestas, que no tiene que hacerlo todo, ni nadie le va a pedir explicación alguna. Pero su mente y su moral son inflexibles, no hay espacio para la improvisación.
Existe otra modalidad de esfuerzo autoimpuesto, que practican los que habitan en la insatisfacción permanente, forzando cambios en su vida innecesarios. El gran maestro Jiddu Krisnhamurti ejemplariza esta idea de forma muy entendedora: "Un río pasa fluyendo, lleno, potente, caudaloso. Cruzar el río se convierte en un problema cuando quiero alcanzar la otra orilla, donde creo que hay más libertad, más belleza, más encanto, más paz, etcétera. Pero veo que no puedo cruzar el río: no tengo barca, no puedo nadar, no sé qué hacer. Por tanto, ¿qué le pasa a mi mente? No está satisfecha con permanecer en esta orilla. Pero no tiene ningún problema. Mi herida no es un problema. Es tan simple que nos negamos a verlo".
NO ES NECESARIO COMPLICARSE – La libertad es la obediencia a la ley que uno mismo se traza (Rousseau)
Creamos problemas allí donde no los hay. Construimos estados de duda por tener que tomar decisiones que nadie nos pide. Confundimos la insatisfacción con un problema angustioso que se debe resolver. No obstante, la insatisfacción, las heridas, la impotencia, son situaciones, estados que sentimos y que no necesitan resolverse, sino aceptarse. ¡Qué ganas de vivir con problemas!
Volvamos a Nietzsche. En boca de Zaratustra nos previene que el gran dragón se llama "tú debes", mientras que el espíritu del león dice "yo quiero". Si uno pretende que todos los valores reluzcan en él, renunciará a lo que quiere, a crearse su libertad, para convertirse en lo que debe o en lo que debería, un obediente espíritu de la pesadez. Hubo un tiempo en el que no había mayor consagración que la de cumplir con lo debido. Hoy, faltar a nuestra fuerza transformadora, a nuestra creatividad, a vivir en lo que amamos, es renunciar al poder de nuestra voluntad. Conquistar nuestra libertad pasa por librarse también del apego a una obediencia excesiva. Nos pueden ser útiles tres posibles instrucciones: ocuparse sin exigir, amar sin imponer condiciones y avanzar hacia los objetivos sin apego por los resultados. No son ninguna obligación, aunque pueden proporcionar una vida con menos complicaciones.
Conseguir ser libres

1. libros
- 'Así habló Zaratustra', de Nietzsche. Biblioteca de Grandes Pensadores. Gredos.
- 'El arte de ser flexible', de Walter Riso. Planeta.
- 'La libertad primera y última', de Jiddu Krishnamurti. Kairós Editorial.

XAVIER GUIX 09/10/2011

17 de octubre de 2011

Ser sincero con uno mismo

Para que nuestra vida tenga un sentido pleno es necesario comunicarse con honestidad con el yo que todos tenemos dentro. Está en nosotros tomar las riendas.
"Hay voces internas que nos hablan: el miedo, el ego, la avaricia, los deseos, el pasado... ¿a qué decimos sí y a qué decimos no?"
Cuando somos sinceros, nos comunicamos con transparencia. No fingimos y llegamos al otro sin corazas. Esta sinceridad se fortalece cuando estamos alineados en pensamientos, palabras y acciones. En cambio, cuando nuestras palabras expresan un mensaje mientras nuestro cuerpo está transmitiendo otro, estamos desalineados. Esto indica que nuestro diálogo interior no es claro, ni fluido. Quizá ni siquiera nos planteamos esa conversación entre corazón y mente, entre intuición y lógica.

Decirse la verdad a uno mismo es difícil. Según Epicuro, los tres pilares de una buena vida son la cultura, la amistad y el diálogo basado en la palabra. Esta debe ser profunda y verdadera para que todo tenga sentido y contenido. La dificultad radica en la falta de diálogo sincero con uno mismo. Las causas que nos lo dificultan son varias:

- Nos parece complicado mirar hacia nuestro interior. No se nos ha educado en ello. La sociedad del consumo y del entretenimiento provoca estímulos que nos distraen, y nos olvidamos de nosotros mismos. Es lo que buscan muchas personas, mirar hacia fuera antes que ordenarse por dentro. Muchas caen en un consumismo fácil, que les arrastra además a una carga económica adicional.

"La mayor parte de las personas occidentales son más testigos que ciudadanos que participan y reaccionan", me dijo recientemente Federico Mayor Zaragoza. Si mantuviéramos un diálogo sincero con nosotros mismos, adoptaríamos posturas más radicales, más transformadoras de la realidad. Dejaríamos de ser espectadores para ser actores que inciden en el mundo y lo transforman. Para ello, Gandhi ya nos dijo que "debemos ser el cambio que queremos ver en el mundo". El cambio empieza en cada uno de nosotros y se basa en ser sinceros con lo que queremos.
Hablarnos con honestidad – "El diálogo más difícil es el que debemos mantener con nosotros mismos" (Epicuro)
- Tememos ver nuestras sombras interiores, nuestros miedos y nuestra vulnerabilidad. Huimos de ello viviendo hacia fuera. "No te entregues a tus miedos -dice el alquimista en la obra de Paulo Coelho-; si lo haces, no podrás hablar con tu corazón".
- Dedicamos poco tiempo a la reflexión y al auténtico diálogo. Tenemos conversaciones pendientes con nosotros mismos y con otras personas. Al irlas posponiendo, funcionamos más con el piloto automático, con patrones de comportamiento "habituales". Las conversaciones sinceras nos facilitan ver con claridad lo que tenemos que conservar, mejorar o modificar. Hagamos una lista de conversaciones pendientes y dediquemos un tiempo para tenerlas. Dejemos de posponer y abrámonos al diálogo.
- Nos preocupa excesivamente la opinión de los demás. Nos evaluamos basándonos en la visión que el otro tiene de nosotros. Pero seríamos más felices y tendríamos una mejor autoestima si nuestro sistema de autoevaluación se rigiera por nuestros valores, nuestra ética de la responsabilidad y nuestro diálogo interior. Sin embargo, desde jóvenes aprendimos a depender de la aprobación ajena. Cuando hacíamos algo correcto según su mirada, se nos consideraba buenos. Y confundimos esa mirada de aprobación con amor. Pero cuando hacíamos algo erróneo según su mirada, se nos etiquetaba de "malos" y se nos negaba esa ola de energía apreciativa. Así aprendimos desde la infancia a creer en "ser bueno" o "ser malo" y creció en nosotros el sentimiento de culpa, cuya esencia es el autorreproche moral. Aunque preferimos culparnos que cambiar un patrón. Ser sinceros con nosotros mismos es ir a la raíz de lo que debemos arreglar. La culpa nos avisa de ello. Si nos disponemos a verlo, a dialogar y a aclararlo, vamos bien encaminados.
Estamos constantemente conversando con nosotros mismos. Incluso cuando no somos conscientes de ello, nuestra mente está en una cháchara constante. Cuando los pensamientos que creamos son inconexos entre sí, las palabras provocan ruido mental, que supone una polución de pensamientos inútiles y sin sentido. En esos momentos es bueno pararse, respirar profundo, centrarse y conectar con lo que sentimos. Así recuperaremos la sinceridad de la palabra que surge del corazón.
Ser sinceros con nosotros mismos implica escucharnos. Hay muchas voces internas que nos hablan, como son la voz del miedo, del ego, de la avaricia y los deseos, del pasado, de la autoestima, de los valores, de nuestros anhelos más profundos, además de las voces de las personas que tienen relación con nosotros y que nos dan su opinión. Para tomar decisiones adecuadas es necesario tener un buen discernimiento. ¿A qué decimos sí y a qué decimos no? Necesitamos estar centrados. Eso se consigue meditando.
También nos ayuda a decidir el tener claros nuestros objetivos. Así podremos evaluar cuáles de las oportunidades que se nos presentan nos acercan a lo esencial y cuáles nos alejan. Aunque en nuestra conciencia sabemos que a veces deberíamos decir "no", decimos "sí" por miedo a ofender, a parecer incapaces, por vergüenza, para evitar un enfrentamiento o incluso por culpabilidad de no estar ahí para alguien. Entonces es un "sí" con sumisión, en el que nos dejamos llevar por la inercia. Gandhi escribió: "Debemos negarnos a dejarnos llevar por la corriente. Un ser humano que se ahoga no puede salvar a otros".
Nuestro yo interior –  "Somos una conversación" (Hölderlin)
Tanto si decimos "sí" o si decimos "no", cuando la decisión se basa en algún miedo, tendremos que justificarla e internamente nos sentiremos inseguros porque nuestro corazón no está ahí. Una decisión basada en el temor y con el objetivo de mantener una aparente seguridad, paradójicamente, nos mantiene inseguros por dentro. No hemos sido sinceros con lo que sentimos.
Se trata de aprender a decir "sí" o decir "no" con asertividad, con respeto hacia uno mismo y hacia el otro. Decir "no" con asertividad y con energía positiva implica que lo hemos reflexionado, que tenemos buenas razones para decir "no". Nuestro "no" surge de una energía positiva y no del rechazo, ni del rencor. Sentimos empatía hacia la persona o situación. Pero le explicamos que no es el momento y le ofrecemos alternativas.
Escuchar nuestra conciencia – "Nunca podrás escapar de tu corazón. Así es mejor escuchar lo que tiene que decirte" (Paulo Coelho)
Estamos condicionados mentalmente a juzgar. Nuestro juez interior etiqueta a los demás y a nosotros mismos. Entrar en un espacio de conversación sincera con uno mismo requiere manejar a nuestro saboteador y juez interior que no acepta lo que es, que etiqueta precipitadamente y reprime la voz de nuestra intuición, de nuestro corazón. Necesitamos un diálogo que nos permita poner al crítico interior "en su sitio", que deje de reprimirnos y de obstaculizar nuestras ilusiones. Para ello debemos escuchar la voz de nuestro corazón y atrevernos a seguirla. En la reflexión silenciosa conectamos con lo que realmente queremos, y desde ahí iniciamos el diálogo sincero.
Ser sincero con uno mismo es una liberación, ya que uno deja de intentar ser otra persona. Dejamos de estar divididos entre dónde estamos y dónde nos gustaría estar, eliminamos la tensión entre el aquí y el allí. Dejamos de compararnos continuamente con los demás. Nunca podemos ser otro. Cuando queremos aparentar y vivir la vida como la vive otro, dejamos de estar presentes y negamos nuestra excepcionalidad, belleza y valor como individuos. La sinceridad nos conecta con ello estando presentes en nosotros mismos. Esta presencia facilita alinear la voz de nuestra conciencia con lo que decimos y hacemos. Así, nuestras decisiones son coherentes con nuestros valores.

La ética de la responsabilidad
La verdad para cada uno es subjetiva y relativa. Con lo cual, ¿cómo evaluamos si somos sinceros y nuestra palabra es verdadera? Nuestro juicio de valor es importante. Creemos que debemos hacer algo, pero hemos de plantearnos la pregunta: ¿dañaré a alguien haciéndolo? Incorporar la consideración hacia el otro es esencial. Quien se engaña a sí mismo, engaña a los demás. Cuando engañamos, rompemos un vínculo verdadero y forjamos una relación de apariencias en la que la mentira juega un papel fundamental. El remordimiento aparece como mecanismo para que nos demos cuenta: no estamos siendo sinceros con nuestro juicio de valor. El remordimiento nos ayuda a enderezar esta conducta para regresar a espacios de mayor sinceridad.
Sí podemos reencontrarnos

Libros recomendados

- 'El alquimista', de Paulo Coelho (Planeta). En este libro, el autor lleva al protagonista en un viaje hacia el reencuentro de sí mismo y de su tesoro. Este está en su interior. La sinceridad y escuchar a su corazón son la clave para ese reencuentro.

- 'Después del éxtasis, la colada. Cómo crece la sabiduría del corazón en la vía espiritual', de Jack Kornfield (editorial La Liebre de Marzo). El autor nos lleva por un viaje hacia nosotros mismos, para abrazar con sinceridad lo que nos pasa, para realizar esa "colada" para aclararnos y mejorar nuestras relaciones.

- 'Intimidad de la serpiente', de Luis García Montero (Tusquets). En este libro, el poeta incorpora el legado de Hölderlin. Sus poesías nos hablan del presente, del desajuste y las contradicciones que siente el poeta ante los nuevos tiempos y sus valores, y de la necesidad de conciliar convicciones y renuncias para concebir "un destino soportable".

Tomado de El País – MIRIAM SUBIRANA 02/10/2011

16 de octubre de 2011

Cuidado con la obsesión por ganar

Vivimos en un mundo acelerado. Competimos en el deporte, en el trabajo, en todo. Y parece que ganar es siempre el objetivo. ¿No era participar lo importante?
"En el plano educativo es recomendable que el reconocimiento venga por la preparación concienzuda del examen, no por la nota"

Fui a un partido de baloncesto de mi hija. Una competición escolar de niñas de 11 años. El partido estaba reñido, y ambos equipos luchaban con pasión. A mitad de partido, la entrenadora del equipo contrario empezó a discutir las decisiones arbitrales con inusual agresividad. Y los padres, que habían comenzado con algunos gritos de ánimo, hacía un buen rato que habían perdido los papeles y se comportaban como auténticos hooligans, estimulando una competitividad desmesurada y sin dudar ni un instante en insultar literalmente a los contrarios.

Perdimos el partido, y la celebración del otro equipo fue una exhibición de arrogancia y humillación del contrario absolutamente fuera de lugar. Una provocación en toda regla, a la que se unió el hecho de que la entrenadora contraria le negó el saludo a nuestro entrenador.

A la vista de aquel triste espectáculo, hice todo el camino de vuelta a casa cuestionándome si mi hija debía continuar en el equipo, y preguntándome qué sentido tenía todo aquello: ¿qué aprendía mi hija de aquella competitividad fuera de límites?, ¿a qué rincón del olvido habíamos relegado la famosa frase del fundador de las Juegos Olímpicos modernos que afirmaba: lo importante es participar?

Competitividad sana e insana -  "El segundo es el primero de los perdedores" (Ayrton Senna)
La competitividad es una característica intrínseca a la especie humana. Su origen se encuentra en la necesidad de aparearse. Así pues, muchas de las actitudes de competitividad de los humanos están gobernadas por los mismos procesos que nos hacen luchar por la pareja deseada.

Dicho esto, hay distintas maneras de ver y vivir la competitividad que la hacen funcional o disfuncional. La frase aquí reproducida del desaparecido campeón de fórmula 1 expresa muy bien el sentimiento que frecuentemente existe en el deporte de élite y lo gobierna.

Existe una competitividad sana, basada en nuestro esfuerzo por conseguir un objetivo. Esta competitividad nos ayuda porque nos lleva a dar lo mejor de nosotros mismos, a progresar, a buscar nuevas estrategias para superarnos, a descubrir y aprender de nuestros errores y a buscar nuevas soluciones para mejorar. Si un equipo de baloncesto no se esforzara por ganar al contrario, poco avanzaría en su desarrollo. Es, por tanto, absolutamente deseable porque, si no, no progresaríamos.

Pero hay también una competitividad insana, basada en obtener la victoria a toda costa, que, lejos de ayudarnos, nos genera estados de insatisfacción, de estrés, y nos bloquea, porque cuando no la obtenemos, sentimos un alto grado de frustración que a menudo expresamos en forma de agresividad, de quejas, de polémicas e incluso de desprecio por los demás. Esta competitividad nos lleva en ocasiones a comportamientos antideportivos o poco éticos (¿quién no recuerda un famoso gol con la mano en un Mundial?), que poco dicen de nosotros como personas. Cuando en el deporte, en el trabajo o en nuestras relaciones estamos dispuestos a hacer trampas o a destruir al contrario para conseguir ganar, esta competitividad no es en absoluto funcional, porque no va destinada al crecimiento personal, sino a la pura victoria sobre los demás.

Es distinto perder y fracasar - "Lo esencial en la vida no es el éxito, sino esforzarse por conseguirlo" (Pierre de Coubertin)

El éxito tiene que ver con factores internos, pero también externos. Perseguirlo como meta nos puede crear ansiedad. Llevar a cabo una actividad tomando el resultado como objetivo es comprar números para el estrés y la frustración. En cambio, si la llevamos a cabo centrándonos en el esfuerzo y la estrategia, estaremos desarrollando todo nuestro potencial.

Alcanzar un determinado resultado no siempre depende de nosotros. Hay factores externos (el arbitraje en el deporte, una adversidad fortuita en el trabajo...) que pueden llevarnos a un mal resultado a pesar de nuestra buena actuación. Por eso debemos tener muy presente que perder no quiere decir en absoluto fracasar, y que, en el límite, mucha gente fracasa ganando.

El esfuerzo depende de mí. El resultado depende de mí y de muchas otras cosas que yo no puedo controlar. Si me juzgo por el esfuerzo, yo decido mi éxito. Si juzgo los resultados, estoy en manos de muchos otros factores, entre ellos el azar.

Vivimos en una cultura competitiva, en la que se simulan las faltas en el deporte, se falsifican los currículos en el trabajo o se hunde a la competencia con campañas de descrédito. Todo para obtener el éxito. Pero es un éxito externo, aparente, que no nos puede dar satisfacción como personas, y que, en aquellos casos en que somos referentes, nos lleva a dar un pésimo ejemplo. Es mucho mejor perder triunfando (he hecho todo el esfuerzo posible y, por tanto, estoy orgulloso de ello) que ganar fracasando (he hecho las trampas necesarias para obtener el resultado, pero estoy muy lejos de poder sentirme orgulloso de ello).

¿Contra quién compito? - "Solo hay una competición sana: yo contra mí mismo" (Oriol Pujol Borotau)

Competir es bueno, siempre que entienda que con quien compito es conmigo mismo. No me comparo con los demás. Me comparo conmigo, y fruto de esta comparación valoro mi progreso y mi crecimiento.

En esta idea de competición no hay adversario, y no me preocupa el resultado, aunque, paradójicamente, es cuando más lo obtengo, porque es en esta competición conmigo mismo en la que doy lo mejor de mí.

Como afirma magistralmente el profesor Santiago Álvarez de Mon, "el partido interior que jugamos con nosotros mismos es el único que merece la pena (...), ahí es donde de verdad gano o pierdo".

Es nuestra responsabilidad decidir qué tipo de competitividad elegimos, y derivado de ello educar a nuestros hijos en una competitividad sana, donde seamos capaces de premiar el esfuerzo y la estrategia, y no el resultado. En un plano educativo es recomendable que el reconocimiento venga por la preparación concienzuda del examen, no por la nota conseguida, y por el buen juego del partido, no por el resultado. Celebremos la estrategia y seamos conscientes de lo aleatorio del resultado. Si celebramos únicamente el resultado, alentamos a conseguirlo por todos los medios, lícitos e ilícitos.

Y debería ser obvio que no podemos caer nosotros, como espectadores en las actividades escolares, en esta competitividad insana.

Terminamos con una frase de John Wooden, legendario entrenador de baloncesto americano: "Éxito es el estado de paz y serenidad interior alcanzado como consecuencia de la satisfacción de saber íntimamente que has hecho todo lo que estaba en tu mano para lograr el máximo de lo que eres capaz".

Libros

- 'La última lección' (Grijalbo, 2008). Se trata de la memorable conferencia del profesor Randy Pausch, sabiéndose en fase terminal de un cáncer; un alegato a los valores de la vida donde la idea de competitividad sana aparece magistralmente expuesta.
- 'Con ganas, ganas', de Santiago Álvarez de Mon (Plataforma, 2010). Ofrece, entre otros contenidos, una visión lúcida de la competitividad y sus límites.

Rivalidades históricas

1. Oxford y Cambridge (remo).
2. Europa y América (golf).
3. Mozart y Salieri (música).
4. Federer y Nadal (tenis).
5. Pepsi y Coca-Cola (marcas).
6. Aple y Windows (digital).
7. Kennedy y Jruschov (política).
8. PC y Mac (informática).

Tomado de El País - FERRAN RAMÓN-CORTÉS 11/09/2011

9 de octubre de 2011

El placer de lo sencillo

Anteponer la felicidad al dinero, la generosidad a la codicia, lo inmaterial frente a lo material, nos ayudará a disfrutar de una vida verdaderamente sincera, abundante y plena.
El dinero puede proporcionarnos un estilo de vida muy cómodo y placentero, así como una falsa sensación de seguridad. Pero no puede comprar nuestra felicidad. Porque nuestro bienestar emocional no depende de lo que hacemos ni de lo que tenemos, sino de quiénes somos y de cómo nos sentimos.

"¿De qué nos vale lo que tenemos si no gozamos de tiempo para disfrutarlo? ¿De qué vale el dinero si no somos felices?"

Llevamos una existencia materialista para terminar dándonos cuenta de que las cosas importantes no pueden verse ni tocarse; solo intuirse y sentirse. Para apreciar los aspectos intangibles, cualitativos e inmateriales de la realidad, es imprescindible que exista cierto contraste entre nuestro estado de ánimo interno y nuestras circunstancias externas. Quienes padecen "pobreza emocional" creen que esta se debe a su "pobreza material". Pero lo que nos hace ricos o pobres emocionalmente no es nuestra economía, sino la percepción que tenemos de ella.

El clic evolutivo se produce en la medida en que gozamos de cierta "riqueza material" y seguimos experimentando la misma pobreza emocional. De pronto tenemos más dinero, pero seguimos sintiéndonos tensos e irritados. Tenemos éxito y respetabilidad, pero seguimos sintiéndonos solos y tristes. Tenemos confort y seguridad, pero seguimos sintiéndonos esclavos de nuestros miedos.

Gracias a este contraste entre nuestras riquezas materiales y emocionales cuestionamos las motivaciones que nos han llevado a un estilo de vida materialista. Pero hay corrientes sociales que anteponen la felicidad al dinero. Destacan el decrecimiento, la simplicidad voluntaria, el movimiento slow -"lento" en inglés- y el downshifting -"reducir la marcha"-. Tendencias que promueven disminuir el nivel cuantitativo de nuestra vida y aumentar el cualitativo.

LA PARADOJA DEL ÉXITO – "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?" (Jesús de Nazaret)
Cada vez más seres humanos apuestan por llevar una existencia más tranquila, simple y sencilla. Porque... ¿de qué nos sirve lo que tenemos si no gozamos de tiempo para disfrutarlo? ¿De qué nos sirve pasar el día estresados y cansados? En definitiva, ¿de qué nos sirve ganar mucho dinero si no somos felices?

La necesidad de experimentar una "riqueza emocional" abundante y sostenible es la base del nuevo paradigma emergente, uno de cuyos pilares es "la filosofía del posmaterialismo". Y esta parte de la premisa de que la realidad la componen lo material, tangible y cuantitativo, y lo inmaterial, que solo podemos sentir por medio de nuestro corazón. Se trata de intregrar ambos, construyendo un estilo de vida equilibrado entre lo que somos, lo que hacemos y lo que tenemos.

EL SINSENTIDO COMÚN – "Hemos construido un sistema que nos persuade a gastar dinero que no tenemos en cosas que no necesitamos para crear impresiones que no durarán en personas que no nos importan" (Emile Henri Gauvreay)
Garantizada la supervivencia física y económica y teniendo cubiertas las necesidades básicas, expertos en el campo de la economía del comportamiento afirman que lo que hace perdurar el bienestar emocional no es lo que conseguimos ni poseemos, sino lo que ofrecemos y entregamos a los demás. Entre otros estudios, destacan los realizados entre los años 2005 y 2010 por el economista norteamericano George F. Loewenstein.

Sus investigaciones se centraron en los antagónicos efectos emocionales que producen la codicia y la generosidad. Y para ello, realizó un experimento sociológico con un grupo muy heterogéneo de seres humanos. El equipo liderado por Loewenstein seleccionó a 60 personas de diferentes edades, sexos, razas y profesiones, las cuales, a su vez, tenían múltiples divergencias en el plano social, cultural, económico, político y religioso.

El primer día los participantes fueron divididos en dos grupos de 30 personas. Todas recibieron 6.000 dólares (unos 4.520 euros). A los miembros del primer grupo se les pidió que en un plazo de dos meses se gastaran el dinero "en regalos a sí mismos". Y a los integrantes del segundo grupo se les dijo que usaran los 6.000 dólares "en regalos a otras personas".

Dos meses más tarde se obtuvieron resultados opuestos. La satisfacción de los miembros del primer grupo había durado "relativamente poco". Según las conclusiones, "tras el placer y la euforia inicial que les proporcionaba comprar, utilizar y poseer determinados bienes de consumo, los participantes enseguida volvían a su estado de ánimo normal". Con el paso de los días, algunos incluso "empezaban a sentirse más tristes, vacíos y decaídos, por no poder mantener la excitación conseguida con el consumo".

Por otro lado, los miembros del segundo grupo se habían sentido "mucho más satisfechos y plenos" que los del primer grupo. "El hecho de pensar de qué manera podían utilizar el dinero para beneficiar a los demás, ya era motivo suficiente para que los participantes experimentaran un bienestar interno".

DECADENCIA DEL EGOCENTRISMO – "Las personas más egocéntricas son también las más infelices" (Henry David Thoreau)
La mayoría utilizó los 6.000 dólares de manera posmaterialista, "creando experiencias y oportunidades". Regalaron viajes; pagaron matrículas universitarias; donaron el dinero a entidades sin ánimo de lucro, repartiéndolo incluso entre mendigos; hubo quien saldó parte de la deuda contraída por algún familiar. Entregados los regalos, "el sentir la alegría y el agradecimiento de otras personas provocaba en los participantes una intensa sensación de plenitud, que permanecía horas y días", relata Loewenstein.

La conclusión fue que "el egocentrismo, la codicia y la orientación al propio interés traen una sensación de vacío, sinsentido, escasez e infelicidad, mientras que el altruismo, la generosidad y la orientación al bien común son fuente de plenitud, sentido, abundancia y felicidad". Loewenstein corroboró así de forma científica y empírica que a nivel emocional "recibimos lo que damos".

LA PSICOLOGÍA DEL ALTRUISMO – "No hay mayor felicidad que ser cómplice de la felicidad de los demás" (Carmina Martorell)
La auténtica felicidad reside en nuestro interior. Cuando comprendemos e interiorizamos esta verdad, dejamos de querer que la realidad se adapte a nuestras ambiciones, necesidades y sueños. En consecuencia, desaparece la lucha, el conflicto y el sufrimiento. Poco a poco recuperamos la conexión con el bienestar duradero que anida en nuestro corazón. Con el tiempo, experimentamos abundancia y plenitud. En base a este nuevo estado de ánimo, de forma natural e irremediable entramos en la vida de los demás con vocación de servicio.


Abundancia y prosperidad

Las personas que nos hemos comprometido con resolvernos emocionalmente no sentimos el impulso de saciar constantemente nuestros deseos. Así es como empezamos a orientar nuestra existencia al bien común. Eso sí, sin perder nunca de vista la necesidad de llevar un estilo de vida equilibrado, aprendiendo a descansar y a recuperar la energía que invertimos al servicio de otras personas. Para ofrecer y dar, primero hemos de tener. Y no olvidarnos nunca de que el altruismo es la forma más eficiente y sostenible de vivir. El hecho de aportar algo significativo a otros seres humanos nos produce una gran sensación de satisfacción y agradecimiento. Dar es recompensa suficiente cuando damos desde nuestra verdadera esencia. La paradoja es que al obrar con sabiduría recibimos mucho más de lo que hubiéramos podido imaginar.

PARA CULTIVAR EL ALTRUISMO

1. LIBRO
'La oración de la rana', de Anthony de Mello (Sal Terrae). Una recopilación de cuentos filosóficos en los que se pone de manifiesto que el egocentrismo es el mayor obstáculo en el camino que nos conduce a la verdadera felicidad.

2. PELÍCULA
'Amélie', de Jean-Pierre Jeunet. Muestra el mundo interior de Amélie, una joven sensible y empática que trata de aportar su granito de arena para sembrar bienestar y felicidad entre las personas que le rodean.

3. CANCIÓN
'Todo se transforma', de Jorge Drexler. Esta canción promueve la idea de que la vida se rige según una ley simple: "Cada uno de nosotros recibe lo que da".

 El País - BORJA VILASECA 18/09/2011

Atentos a las nuevas oportunidades

Resignarse a lo conocido y no atreverse a poner en marcha los sueños limita nuestras posibilidades. Hasta en tiempos de crisis hay oportunidades a las que tenemos que abrirnos para dar un giro a nuestras vidas.
La vuelta al trabajo, tras un verano lleno de alarmas económicas, hace que muchas personas se reincorporen a la rutina, resignadas a reprender su vida en el mismo punto donde la dejaron. Esta inercia de lo cotidiano nos hace olvidar que cada ser humano tiene ante sí un amplio abanico de caminos, aunque creamos encontrarnos en un carril de sentido único.

"Nos sentimos tan agobiados por las obligaciones, que nos aferramos a lo que tenemos sin contemplar otras alternativas"
"Para poder ver las oportunidades hay que dejar de pensar en clave de limitaciones para hacerlo en clave de posibilidades"

Un célebre poema de Robert Frost habla de un caminante que debe tomar una decisión: "En un bosque se bifurcaban dos senderos, y yo... Yo tomé el menos transitado. Esto marcó toda la diferencia." A la mayoría de las personas nos aguardan, no dos caminos, sino un mar de opciones. En el momento en que tomamos conciencia de ellas, la apatía y el conformismo dejan paso a la libertad de elegir lo que queremos ser y hacer, siempre dentro de nuestras posibilidades, que son muchas más de las que suponemos.

Este artículo aborda la ciencia de las posibilidades. Para ello hablaremos de personas que supieron ver algo diferente tras el muro del cansancio y el determinismo. Empezaremos con el caso de dos escritores norteamericanos muy diferentes entre sí: uno es el rey del best seller de consumo rápido; el otro, un firme candidato al Premio Nobel.

Pocos lectores saben que Dan Brown, antes de escribir novelas como El código Da Vinci, era músico -grabó tres discos que pasaron desapercibidos- y profesor de idiomas en un instituto. Se hallaba de vacaciones con su esposa en un hotel de Tahití cuando observó que alguien había olvidado un libro en una tumbona. Se trataba de The Doomsday conspiracy, de Sidney Sheldon. Por curiosidad leyó la primera página y, sin pretenderlo, se tragó aquel thriller de cabo a rabo. Cuando lo terminó, de repente pensó que le apetecía escribir una historia así.

Al regresar a casa empezó a redactar su primer libro sin imaginar que, en solo unos años, sería el escritor más rico del mundo. Nada de esto habría sucedido si Brown no hubiera recogido esa novela que albergaba una nueva y excitante posibilidad.

En el otro extremo, el exquisito Don DeLillo tampoco se había propuesto ser novelista. Quien escribiría obras como Ruido de fondo o Americana procedía de una familia muy humilde, así que se empleó como guardia de seguridad en un parking para poder viajar. Obligado a matar las horas de algún modo, empezó a devorar los clásicos de la narrativa norteamericana. Después de mucho leer decidió que tenía que ser escritor, y se puso a la tarea. El aburrimiento del parking se convertiría en su gran oportunidad.

La vida de cada persona está llena de oportunidades que pasamos por alto, a diferencia de los dos casos que acabamos de ver. Nos sentimos tan agobiados por nuestras obligaciones y miedos, que nos aferramos a lo que tenemos sin contemplar otras alternativas. Incluso en tiempos de profunda crisis como los actuales, las oportunidades bullen en la olla de lo cotidiano a la espera de ser descubiertas. Para poder verlas hay que dejar de pensar en clave de limitaciones para empezar a pensar en clave de posibilidades.

La escuela de la dificultad – "Hay que dejar el pesimismo para tiempos mejores, y el optimismo, para los peores" (Pere Casaldáliga)
Si revisamos las biografías de los grandes inventores veremos que muchos de ellos no tuvieron una vida nada fácil. Tal vez fueron las mismas dificultades que padecieron lo que les hizo especialmente soñadores, empujados a imaginar una realidad mejor que la que habían conocido.

Un caso muy significativo es el de Graham Bell, que en 1876 patentaría un aparato tan insólito como revolucionario: el teléfono. Su infancia estuvo marcada por la temprana sordera de su madre, para quien la familia inventó un lenguaje de signos. El interés por la comunicación hizo que Graham estudiara acústica y fuera un experto ventrílocuo, además de aprender a tocar solo el piano.

Sus dos hermanos ya habían muerto de tuberculosis cuando Bell se centró en la experimentación con la electricidad para transmitir el sonido. Todos sabemos adónde condujeron sus esfuerzos, puesto que usamos diariamente el teléfono de una u otra manera. No obstante, en un primer momento fueron muchos los que dudaron de la utilidad del invento. Sin ir más lejos, un ejecutivo de la Western Union lo calificó como "un aparato sin valor con el que nadie desearía comunicarse, pues ¿quién querría hablar con alguien a quién no veía?".

Los cisnes negros – "El mundo está lleno de melones por abrir llamados posibilidades" (George Elliot)
Al igual que el inventor del teléfono vio posibilidades en la transmisión del sonido, los emprendedores de la era digital se distinguen por ver oportunidades antes insospechadas. ¿Quién podía imaginar que vender muebles desmontados -IKEA- o que un proyecto como Facebook iban a generar los miles de millones en que están valoradas estas compañías actualmente?
Según Nassim Nicholas Taleb, profesor en Ciencias de la Incertidumbre de la Universidad de Massachusetts, es justamente porque nadie había pensado en estas posibilidades que han tenido éxito. Lo insólito e imprevisible alcanza la línea de meta sin que otros competidores hayan llegado antes, como cuando a un farmacéutico de Atlanta se le ocurrió preparar una bebida tónica negruzca, dando nacimiento a la Coca-Cola.

Para Taleb, nos hemos acostumbrado a reducir la complejidad del mundo a aquello que damos como verdadero. No obstante, existen otras posibilidades más allá de ese estrecho horizonte mental.

En su ensayo pone como ejemplo el descubrimiento en 1697 del cisne negro en Australia, cuando era una creencia extendida que los cisnes solo podían ser blancos. Utilizando esta ave de forma alegórica, un "cisne negro" es un suceso que presenta tres características: a) causa gran impacto, b) es difícil de predecir y c) supera nuestras expectativas.
Algo que saben bien los expertos en posibilidades es que en la vida hay cosas que no salen a la primera. Esta fue la experiencia de Harrison Ford, que, después de iniciarse como actor en papeles pequeños y mal pagados, se vio obligado a abandonar el cine cuando tuvo un hijo para emplearse como carpintero en los estudios de la Universal. Mientras le daba al serrucho en medio de decorados conoció a un joven George Lucas que estaba a punto de rodar su primera película, American Graffiti, con un presupuesto modesto. La rueda de las posibilidades empezó a girar y, al enterarse de su anterior carrera como actor, Lucas le ofreció el papel de Bob Falfa.
La película no obtuvo una gran recaudación y Harrison prosiguió con su trabajo de carpintero. Aun así, mantuvo su amistad con Lucas, que le pidió que le ayudara con los castings de su nuevo proyecto: La guerra de las galaxias.
Encontraron buenos actores para todos los papeles excepto para Han Solo, un secundario que tampoco parecía tener gran relevancia en la historia. Quizá por eso, finalmente, Lucas preguntó al carpintero si se quería poner él al mando del Halcón Milenario. Ninguno de los dos imaginó la posibilidad de que el personaje y el actor pronto se harían mundialmente famosos.
El arte de crear oportunidades – "No importa lo negras que parezcan o sean las cosas. Levanta la mirada y contempla las posibilidades. Siempre están ahí" (Norman Vicent Peale)
En su fábula La buena suerte, Álex Rovira y Frenando Trías de Bes resaltan que el éxito duradero no está en el azar, que es inconstante y temporal, sino en la creación de las propias oportunidades. Un relato tradicional zen cuenta que durante una batalla trascendental, un general japonés se decidió a atacar. Aunque su ejército era superado en número considerablemente, estaba totalmente seguro de que ganarían, pero sus hombres estaban llenos de dudas.
En el camino a la batalla se detuvieron en un santuario religioso. Después de rezar con sus hombres, el general sacó entonces una moneda y dijo:
-Ahora lanzaré esta moneda. Si es cara, ganaremos. Si es cruz, perderemos. El destino se revelará.
Lanzó la moneda al aire y salió cara. Los soldados estaban tan rebosantes de confianza que atacaron vigorosamente al enemigo y salieron victoriosos.
Después de la batalla, un teniente le comentó al general:
-Nadie puede cambiar el destino.
-Absolutamente correcto -respondió el general mientras mostraba al teniente la moneda, la cual tenía cara en ambos lados.

Para descubrir otros caminos posibles
1. Libros

- "El cisne negro", de Nassim Nicholas Taleb (Paidós)

- "La buena suerte", de Alex Rovira y Fernando Trías de Bes (Empresa Activa)

- "El libro de las posilidades", de Albert Liebermann (Urano)
2. Películas

- 'Corre, Lola, corre', de Tom Tykwer (Walt Disney).

3. Discos

- 'Possibilities', de Herbie Hancock (Vector).

La 'fórmula Disney'

"Todas las cosas nuevas en algún momento parecen imposibles ante los ojos de los incrédulos, pero los demás no pueden decir qué podemos o no podemos realizar, solo nosotros somos capaces de marcar nuestros límites y metas. (...) No creo que haya ninguna cumbre que no pueda ser escalada por una persona que conozca el secreto para hacer realidad sus sueños. Este secreto especial yo lo resumo en cuatro ces. Son la curiosidad, la confianza, el coraje y la constancia. De todos ellos, el más importante es la confianza. Cuando creas en algo, créelo sin dudar y sin cuestionarlo". Walt Disney



El País – FRANCESC MIRALLES 25/09/2011