
El dinero puede proporcionarnos un
estilo de vida muy cómodo y placentero, así como una falsa sensación de seguridad.
Pero no puede comprar nuestra felicidad. Porque nuestro bienestar emocional no
depende de lo que hacemos ni de lo que tenemos, sino de quiénes somos
y de cómo nos sentimos.
"¿De qué nos vale lo que
tenemos si no gozamos de tiempo para disfrutarlo? ¿De qué vale el dinero si no
somos felices?"
Llevamos una existencia materialista
para terminar dándonos cuenta de que las cosas importantes no pueden verse
ni tocarse; solo intuirse y sentirse. Para apreciar los
aspectos intangibles, cualitativos e inmateriales de la realidad, es
imprescindible que exista cierto contraste entre nuestro estado de ánimo
interno y nuestras circunstancias externas. Quienes padecen "pobreza
emocional" creen que esta se debe a su "pobreza material". Pero
lo que nos hace ricos o pobres emocionalmente no es nuestra economía, sino la
percepción que tenemos de ella.
El clic evolutivo se produce
en la medida en que gozamos de cierta "riqueza material" y seguimos
experimentando la misma pobreza emocional. De pronto tenemos más dinero,
pero seguimos sintiéndonos tensos e irritados. Tenemos éxito y
respetabilidad, pero seguimos sintiéndonos solos y tristes. Tenemos
confort y seguridad, pero seguimos sintiéndonos esclavos de nuestros
miedos.
Gracias a este contraste entre
nuestras riquezas materiales y emocionales cuestionamos las motivaciones que
nos han llevado a un estilo de vida materialista. Pero hay corrientes sociales
que anteponen la felicidad al dinero. Destacan el decrecimiento, la simplicidad
voluntaria, el movimiento slow -"lento" en inglés- y el downshifting
-"reducir la marcha"-. Tendencias que promueven disminuir el
nivel cuantitativo de nuestra vida y aumentar el cualitativo.
LA PARADOJA DEL ÉXITO – "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?" (Jesús de Nazaret)
Cada vez más seres humanos apuestan por llevar una existencia más tranquila, simple y sencilla. Porque... ¿de qué nos sirve lo que tenemos si no gozamos de tiempo para disfrutarlo? ¿De qué nos sirve pasar el día estresados y cansados? En definitiva, ¿de qué nos sirve ganar mucho dinero si no somos felices?
La necesidad de experimentar una
"riqueza emocional" abundante y sostenible es la base del nuevo
paradigma emergente, uno de cuyos pilares es "la filosofía del
posmaterialismo". Y esta parte de la premisa de que la realidad la
componen lo material, tangible y cuantitativo, y lo inmaterial, que solo
podemos sentir por medio de nuestro corazón. Se trata de intregrar ambos,
construyendo un estilo de vida equilibrado entre lo que somos, lo que hacemos
y lo que tenemos.
EL SINSENTIDO COMÚN – "Hemos
construido un sistema que nos persuade a gastar dinero que no tenemos en cosas
que no necesitamos para crear impresiones que no durarán en personas que no nos
importan" (Emile Henri Gauvreay)
Garantizada la supervivencia física
y económica y teniendo cubiertas las necesidades básicas, expertos en el campo
de la economía del comportamiento afirman que lo que hace perdurar el bienestar
emocional no es lo que conseguimos ni poseemos, sino lo que ofrecemos
y entregamos a los demás. Entre otros estudios, destacan los realizados
entre los años 2005 y 2010 por el economista norteamericano George F. Loewenstein.
Sus investigaciones se centraron en
los antagónicos efectos emocionales que producen la codicia y la generosidad. Y
para ello, realizó un experimento sociológico con un grupo muy heterogéneo de
seres humanos. El equipo liderado por Loewenstein seleccionó a 60 personas de
diferentes edades, sexos, razas y profesiones, las cuales, a su vez, tenían
múltiples divergencias en el plano social, cultural, económico, político y
religioso.
El primer día los participantes
fueron divididos en dos grupos de 30 personas. Todas recibieron 6.000 dólares
(unos 4.520 euros). A los miembros del primer grupo se les pidió que en un
plazo de dos meses se gastaran el dinero "en regalos a sí mismos". Y
a los integrantes del segundo grupo se les dijo que usaran los 6.000 dólares
"en regalos a otras personas".
Dos meses más tarde se obtuvieron
resultados opuestos. La satisfacción de los miembros del primer grupo había
durado "relativamente poco". Según las conclusiones, "tras el
placer y la euforia inicial que les proporcionaba comprar, utilizar y poseer
determinados bienes de consumo, los participantes enseguida volvían a su estado
de ánimo normal". Con el paso de los días, algunos incluso "empezaban
a sentirse más tristes, vacíos y decaídos, por no poder mantener la excitación
conseguida con el consumo".
Por otro lado, los miembros del
segundo grupo se habían sentido "mucho más satisfechos y plenos" que
los del primer grupo. "El hecho de pensar de qué manera podían utilizar el
dinero para beneficiar a los demás, ya era motivo suficiente para que los
participantes experimentaran un bienestar interno".
DECADENCIA DEL EGOCENTRISMO – "Las
personas más egocéntricas son también las más infelices" (Henry David
Thoreau)
La mayoría utilizó los 6.000 dólares
de manera posmaterialista, "creando experiencias y oportunidades".
Regalaron viajes; pagaron matrículas universitarias; donaron el dinero a
entidades sin ánimo de lucro, repartiéndolo incluso entre mendigos; hubo quien
saldó parte de la deuda contraída por algún familiar. Entregados los regalos,
"el sentir la alegría y el agradecimiento de otras personas provocaba en
los participantes una intensa sensación de plenitud, que permanecía horas y
días", relata Loewenstein.
La conclusión fue que "el
egocentrismo, la codicia y la orientación al propio interés traen una sensación
de vacío, sinsentido, escasez e infelicidad, mientras que el altruismo, la
generosidad y la orientación al bien común son fuente de plenitud, sentido,
abundancia y felicidad". Loewenstein corroboró así de forma científica y
empírica que a nivel emocional "recibimos lo que damos".
LA PSICOLOGÍA DEL ALTRUISMO – "No
hay mayor felicidad que ser cómplice de la felicidad de los demás"
(Carmina Martorell)
La auténtica felicidad reside en
nuestro interior. Cuando comprendemos e interiorizamos esta verdad, dejamos de
querer que la realidad se adapte a nuestras ambiciones, necesidades y sueños.
En consecuencia, desaparece la lucha, el conflicto y el sufrimiento. Poco a
poco recuperamos la conexión con el bienestar duradero que anida en nuestro
corazón. Con el tiempo, experimentamos abundancia y plenitud. En base a este
nuevo estado de ánimo, de forma natural e irremediable entramos en la vida de
los demás con vocación de servicio.
Abundancia y
prosperidad
Las personas que nos hemos
comprometido con resolvernos emocionalmente no sentimos el impulso de
saciar constantemente nuestros deseos. Así es como empezamos a orientar nuestra
existencia al bien común. Eso sí, sin perder nunca de vista la necesidad de llevar
un estilo de vida equilibrado, aprendiendo a descansar y a recuperar la energía
que invertimos al servicio de otras personas. Para ofrecer y dar, primero hemos
de tener. Y no olvidarnos nunca de que el altruismo es la forma más eficiente y
sostenible de vivir. El hecho de aportar algo significativo a otros
seres humanos nos produce una gran sensación de satisfacción y agradecimiento. Dar
es recompensa suficiente cuando damos desde nuestra verdadera esencia.
La paradoja es que al obrar con sabiduría recibimos mucho más de lo que
hubiéramos podido imaginar.
PARA CULTIVAR EL
ALTRUISMO
1. LIBRO'La oración de la rana', de Anthony de Mello (Sal Terrae). Una recopilación de cuentos filosóficos en los que se pone de manifiesto que el egocentrismo es el mayor obstáculo en el camino que nos conduce a la verdadera felicidad.
2.
PELÍCULA
'Amélie', de
Jean-Pierre Jeunet. Muestra
el mundo interior de Amélie, una joven sensible y empática que trata de aportar
su granito de arena para sembrar bienestar y felicidad entre las personas que
le rodean.
3. CANCIÓN
'Todo se transforma', de Jorge
Drexler. Esta canción promueve la idea de que la vida se rige según una ley
simple: "Cada uno de nosotros recibe lo que da".