Casi todos, y creo no estar equivocado, al inicio del año pensamos en lo que esperamos del año que vamos a iniciar. Además los medios contribuyen a que “nos veamos obligados” a hacer planes.
Es más, hasta en las platicas informales con compañeros, amigos y familiares: “¿ya tienes tus propósitos de año nuevo?”, como si fuera obligación, pobre de ti que digas que no, pues los “¡cómo es posible!” se multiplican hasta el hartazgo. Pues bien, ¿es necesario hacer propósitos de cosas que sabemos que necesitamos? Pues sí, ya que las cosas no se dan por sí mismas, al menos eso me pasa a mí, las cosas que en verdad valen la pena en mi vida las tengo que conseguir, necesito esforzarme, trabajar en ello, tal vez hacer un plan por escrito, por qué no, o al menos, tenerlo presente de una forma física, como un recado en mi escritorio, una nota en la computadora, una alarma en el celular.

La verdad es que a mí en lo particular, me caen gordos eso de los propósitos de año nuevo, ojo, no los propósitos o los compromisos que hago con quien sea (conmigo, con mi familia y esposa, en mi trabajo). Me cae gordo que sean “de año nuevo”, ¿por qué no se habla de propósitos de Semana Santa?; ¿o propósitos de tal o cuál fecha? Ya sé esto de los propósitos es en la idea de un nuevo ciclo, de un cambio de vida en un cambio de año. En este caso creo que es más significativo hacer propósitos con motivo del cumpleaños, o en conmemoración de un aniversario…el que sea.
El otro día leí, o escuché, no recuerdo, un comentario con respecto a los “propósitos de año nuevo”. Muchas personas hacen sus “propósitos”, que más bien parecen una lista de imposibles, digo, dadas ciertas circunstancias: dejar de fumar, bajar de peso, hacer ejercicio, empezar la dieta, controlar la tarjeta…muchos de ellos se quedan, la mayor parte de las veces, en buenos, excelentes, innegables deseos, pero a fin de cuenta, sólo eso: deseos. Claro que en realidad deseamos dejar de fumar…en realidad deseamos bajar de peso o iniciar la dieta, ¡vaya que lo deseamos!, pero como eso, como un deseo; algo así como los chistes de genios, o como desear ir a Italia, de la misma manera que lo deseé el año pasado.

Los deseos son parte de la fantasía, del niño que llevamos dentro, eso: ser niños; los niños desean, y desean muchas cosas. Eso parecen lo que la mayoría de nosotros hacemos como propósitos de año nuevo (cuando hacemos, ACLARO), muy pocos de esos “propósitos” son en realidad propósitos, es decir, no porque los decimos se convierten, como por arte de magia, de una fuerza esotérica superior, o una energía cósmica que rige el universo…los propósitos se convierten en tales cuando ponemos los medios para llevarlos a cabo, cuando nos comprometemos a hacerlos. A fin de cuenta, ¿cuál es la diferencia entre ser niño o adulto? No es la edad, ya sabemos que debemos “ser niños”, pero en otro sentido… definitivamente no es algo cronológico; los niños creen que las cosas ocurren solas (cuando le digo a mi hijo que no tengo dinero, tranquilamente me dice: “vamos al cajero del banco, mete tu tarjeta y pídele unos billetitos, nada más lo necesario para comprar eso que te pedí!”). Los niños se sientan a esperar a que las cosas sucedan…los niños desean….los adultos se proponen, hacen que las cosas sucedan, ponen los medios, y si no los ponen, los aceptan; en caso contrario es un adolescente rebelde en un cuerpo de adulto que se niega a comprometerse en el desarrollo de su propia vida
Así pues, querido amigo o amiga, ya está iniciado el segundo mes de este 2009, ¿hiciste algún “propósito” para este año? ¿o sólo fue un buen deseo? Aún es tiempo de llevar ese “buen deseo” a ponerle medios para conseguirlo y ponerlo en práctica.