Cuantificar
cada cosa, convertir la vida en una carrera de cifras y porcentajes, puede
acabar en obsesión. A los números los cargamos de más significado del que
poseen.
Alicia
brincaba de alegría. Su libro estaba en librerías. Muchos amigos le
recomendaron crear una página en Facebook para darlo a conocer. Y lo hizo.
Debía conseguir algunos seguidores para que se fuera expandiendo por la Red de
ordenador en ordenador. De entrada, se lo pidió a familiares e íntimos. Después
le divertía entrar en Facebook y comprobar cómo crecían los seguidores: 24, 56,
245, 406... Hasta que en un momento de lucidez advirtió que algo no marchaba
bien: hacía altos en el trabajo solo para entrar y mirar cuántos. ¡Se había
enganchado! Si lo racionalizaba, era ridículo: su felicidad no dependía de tal
número. Alicia es nombre ficticio, la protagonista soy yo misma. Por fortuna,
las ratas de laboratorio con las que trabajé hace años, o mejor su recuerdo, me
ayudaron a afrontar mi adicción. Comprobar que mi conducta era semejante
fue muy disuasorio. Ellas apretaban la palanca para conseguir una descarga en
una zona de su cerebro que les provocaba placer. Y no paraban de accionarla
casi desesperadas.
"Un día, una amiga me contaba inquieta que el
número de visitantes de su blog no subía como quería. Se estaba
obsesionando"
Su componente adictivo - "Algo
de lo que puedes estar seguro acerca de tu plan de 'marketing', de tus
productos o incluso de tu propia vida es que las cosas no saldrán como las
habías planeado" (Seth Godin)
Uno de
los principios que rigen la conducta animal (incluida la humana) es el
condicionamiento instrumental. Es muy sencillo: las acciones seguidas de un
estímulo positivo tienden a repetirse, y si es negativo, a disminuir. Es
importante que ese estímulo esté cerca en el tiempo de la conducta; si no,
nuestro cerebro no asocia comportamiento con estímulo.
A los
vendedores se les prima si consiguen más ventas. El lapso de tiempo que pasa
desde la venta hasta que toca el dinero (o no) suele ser demasiado dilatado.
Para que funcione el condicionamiento se debe encontrar un reforzador positivo
o negativo inmediato. Y de hecho, la mayoría de empresas ya saben cuál es: los
números. Así cada vez más los vendedores están rodeados de ellos y de forma más
inmediata: cuántos posibles clientes se han informado hoy, cuántos han entrado,
cuántos han comprado... Una empresaria de una franquicia italiana me comentaba
que sus vendedores se pasan el día hablando de esas cifras. Ella intenta mimar
el buen ambiente para evitar la obsesión numérica. Cada profesión tiene algún
número ofuscador. A los profesores universitarios se nos "premia" por
el número de artículos científicos publicados. Lo triste es que lo común, en
lugar de charlar sobre lo investigado, es hacerlo sobre la cantidad de
artículos que se han logrado publicar.
El
prestigioso economista Emilio Duró confesó en una conferencia que vivía
obcecado con el número de ventas. Obsesión que se acabó el día que sufrió un
amago de ataque al corazón. Mientras iba en la ambulancia, una voz sabia de su
interior le susurró: "Emili, como te mueras porque bajaron las ventas del
yogur desnatado Yoplait, eres tonto...". Casi todos tenemos un yogur
desnatado en nuestra vida. Un día, una amiga me contaba inquieta que el
número de visitantes de su blog no subía como quería. Le conté la anécdota de
Duró. Me encantó cuando pude ver un post-it en la pantalla de su
ordenador en el que había escrito en rojo: "Yogur desnatado Yoplait".
El recordatorio de que no debía preocuparse por un simple número. Si queremos
que algo nos obsesione, solo tenemos que cuantificarlo constantemente.
Su pesada
carga - "La
edad es solo un número, algo para poner en los registros" (Bernard
M. Baruch)
Meses
atrás asistí a un congreso de psicólogos. Aprendí mucho por la calidad de las
ponencias y por las interesantes tertulias durante las comidas. Todos
compartíamos esa sensación. El contraste era la cara triste del director de la
sociedad organizadora. Cuando le pregunté el motivo de su ánimo, me contestó
que el número de asistentes era más bajo del esperado. ¿Significaba eso
pérdidas monetarias? No. Intenté transmitirle que el número no importaba. Debía
valorar la extraordinaria calidad, algo conseguido gracias a él. No sé si fui
capaz de contagiarle la idea. Creo que no. Quizá si me hubiera sacado de la
manga un contabilizador del gran aprendizaje de los asistentes y le hubiera
enseñado en pantalla una cifra, lo habría tranquilizado. Parece que lo que no
se puede cuantificar no existe. Esto lo saben bien las personas aquejadas de
fibromialgia, lumbalgia inespecífica y otros dolores. Como no existe un
termómetro del dolor, en ocasiones no consiguen la baja laboral. Sufren una
terrible incomprensión por no disponer de un número indicativo de su
padecimiento.
La
mayoría de los padres tenemos un espacio en el cerebro para pensar en las notas
de nuestros hijos. Nos enseñan un examen de matemáticas con un cuatro y
automáticamente lo visualizamos de mayor vagabundeando sin trabajo. Cada nota
la cargamos con demasiado peso. Casi las convertimos en un indicador de su
futuro. Un cuatro en matemáticas significa un cuatro en ese examen, ni más ni
menos. Imaginemos que en el colegio cuantificaran las interacciones sociales
que efectúa en el recreo. Seguro que ese número también nos importaría. A la
que se cuantifica algo, pasa a ser importante; si no, parece que no existe.
A los
números los cargamos de más significado del que poseen. A veces tanto que
acabamos por sufrir una especie de pudor numérico. Nos sentimos realmente
incómodos si nos preguntan algunos. Una intromisión. Nuestra nómina. Esa cifra.
Pronunciarla en voz alta es como confesión íntima, como revelar algo esencial
de nuestro ser. ¿Lo que valemos? ¿Lo que hemos conseguido? La trascendencia que
le damos a ese número esconde mucho de nosotros. ¿Y la edad? Otro que da que
pensar. A algunas personas les cuesta confesarlo. Otras sufren depresiones al
cumplir uno redondo: 30, 40, 50, 60... Nuestro sistema decimal marca los ciclos
de angustia por cumplirlos. Si nos basáramos en el sistema duodecimal, nos
deprimiríamos al cumplir 36 o 48. Es divertido comprobar lo relativos que somos
los humanos.
¿Nos
orientan o desorientan?- "La
estadística es una ciencia que demuestra que si mi vecino tiene dos coches y yo
ninguno, los dos tenemos uno" (George Bernard Shaw)
Sin duda
es la pregunta más típica para los psicólogos: "¿Es normal o no?".
Dentro de la psicología, ¿cómo se define un comportamiento normal? A través de
varios criterios. Y el estadístico es uno. Según él, lo normal es lo que hace
la mayoría. Un criterio que sin matices puede resultar inconveniente. Pero los
números son exactos y claros, y a veces los pedimos a gritos para orientarnos.
¿Cuántas relaciones sexuales a la semana son las normales? ¿Cuántas horas
debemos dormir? ¿Cuál es la diferencia de edad óptima en la pareja? Resulta de
lo más peligroso dar una respuesta fija porque entonces mucha gente se siente
anormal cuando no lo es. Una chica me decía que no sabía si seguir adelante con
su nueva pareja. Estaban en fase de enamoramiento total. Flotando. Su inquietud
amorosa la expresó así: "¡Tiene siete años menos que yo! No sé, si fueran
cuatro, aún, pero ¡siete!". Necesitamos cuantificar.
Un
novelista lo tiene difícil para medir su rendimiento a corto plazo. Muchos
cuentan horas de trabajo al día o número de páginas escritas. Necesitamos
orden, ver la progresión. El peligro es olvidar que las cifras son solo un
indicador aproximado y nos desasosegamos, por ejemplo, si hoy hemos trabajado
menos que ayer cuando quizá hoy ha sido más fructífero. Nuestro comportamiento
puede pasar de inteligente, cuando empleamos los números como indicadores
aproximados, a irracional, cuando los consideramos exactos. Resbalar hacia lo
absurdo es fácil.
Sin
números aún estaríamos en las cavernas. Son indispensables. Pero evitemos que
nos ofusquen y no nos dejen ver lo esencial, que muchas veces no es medible.
¿Cómo cuantificar lo gustoso que resulta besar la mano mullida de un bebé? Evitemos
vivir bajo su tiranía. Bueno, ya llevo 7.880 caracteres escritos, debo acabar.
LAS CIFRAS EN LA FICCIÓN
PELÍCULAS
- 'El
indomable Will Hunting', de Gus van Sant.
- 'El
número 23', de Joel Schumacher.
- 'Pi',
de Darren Aronofsky.
- 'Cube',
de Vincenzo Natali.
JENNY
MOIX
21/08/2011